Hasta el cielo empieza como un drama social cuando Ángel (Miguel Herrán) mira desde su barriada los rascacielos de Chamartín y exclama: “Seguro que desde ahí les parecemos hormigas”. Pero se vuelve un trepidante thriller de acción (o lo que antiguamente se llamaba una americanada) cuando Ángel recurre al crimen organizado para llegar hasta lo más alto. “Su ambición es desmedida, no se conforma y siempre quiere más”, explica el actor. “Cuando roba cinco millones de euros la opción de blanquearlos y perder la mitad es, en su cabeza, una vida mediocre. Y se da cuenta de que el cielo no tiene límite”. La casa de papel ya glorificaba la rebelión de los pobres que roban a los ricos no para derribar el sistema, sino para colocarse encima de él, y Miguel Herrán se ha hecho famoso (en Instagram le siguen 14 millones de personas, la población de un país mediano) interpretando a hormigas con ínfulas de elefante. Río en La casa de papel se metía en un atraco por amor, Christian en Élite se metía donde hiciera falta por la fama. ¿Pero qué siente Miguel desde ahí arriba? Entre otras cosas, envidia de las hormigas.