A Jeanne Webber le gustaba sentirse poderosa. Decidir sobre la vida y la muerte de los demás. Situaba sus delicadas manos sobre el cuello de sus víctimas, criaturas pequeñas e indefensas, y apretaba con fuerza hasta consumar su objetivo. La asfixia es una de las formas de dominio que más excitan a los psicópatas. Los expertos calculan que un estrangulador solo precisa cinco minutos para completar el ahogamiento. Webber usó ese método para acabar con la vida de al menos 10 niños, entre ellos sus tres hijos. Todos los pequeños presentaban unas sospechosas marcas rojas en el cuello que pasaron inadvertidas. Una serie de circunstancias fortuitas impidieron acusarla de asesinato. Para desenmascararla hubo que sorprenderla infraganti.