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Tú que vienes a rondarme

Lacan definía el amor como dar algo que no tienes a alguien que no lo quiere. Un doble giro negativo de lo que comúnmente se considera la fuerza más positiva del mundo donde la plenitud y la generosidad infinita se basa en el vacío y la falta, en la pérdida mutua. El amor como una promesa convertida en maldición convertida de nuevo en una promesa. Masa de sustancia irritable que no está lejos de lo viral. Al fin y al cabo, el amor consiste en mezclar genes y gérmenes, en compartir bacterias y virus de todo tipo. Un exigente mix de caridad, sexo, ternura, confianza, lujuria, economía, genética y cibernética, donde la sobreinformación y el empobrecimiento de las relaciones humanas también parecen haberse enamorado. A veces, quedan en Facebook: un horizonte distante a través de un paisaje plano que convierte el trabajo en amor y este de nuevo en trabajo, donde todo lo que es capital se funde en amor.

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