La pandemia ha demostrado que la comunicación es un arma de doble filo. Es una de las herramientas más poderosas para cambiar conductas: puede crear conciencia y compasión en relación con la situación de grupos vulnerables, que son los más afectados durante las crisis, y combinada con una sólida agenda de equidad y un liderazgo creíble, puede impulsar acciones positivas e inclusivas. Pero mal usada (distorsionada por el prejuicio, la visión de corto plazo y el egoísmo) la comunicación puede ser un arma peligrosa.