No es bueno que Pablo Motos esté siendo continuamente criticado y ocupe día sí y día también los trending topics de Twitter. No es bueno porque todas las causas legítimas que se argumentan al lanzar críticas a su programa, todas esas explicaciones sobre por qué algo que ha hecho o dicho está mal (que sería bueno que él escuchase para hacer programas más igualitarios y justos), se convierten en ruido blanco, en el sonido monocorde de los haters. Uno de sus colaboradores más populares, Mario Vaquerizo, me dijo una vez en una entrevista, al ser preguntado por las opiniones adversas que despertaba su jefe: “Todo es por envidia”. Una opinión respetable, pero cuando cuestionar y argumentar un mensaje nocivo que se propaga por televisión pasa a entenderse como la envidia de los haters, la cosa empieza a ser más preocupante todavía.