Hace ya tres meses que Barcelona empezó a moverse de otra manera. El fin del confinamiento trajo un rediseño parcial del paisaje urbano que se ha ido consolidando y ha plantado raíces sólidas, pese a la resistencia inicial de una parte de los ciudadanos y la oposición de colectivos profesionales. No fue una operación a corazón abierto, sino más bien un acto de cirugía no invasiva. Una humilde laparoscopia para sanear las arterias de una ciudad que empezaba a recuperarse de una pandemia.