En el porche de su casa de Chiclana de la Frontera (Cádiz), maquillada y peinada por sus amigos, María Jiménez Gallego, 70 años, saluda con una sonrisa tímida. Cuando abre la boca, es otra: “No tengo filtros”, advierte. En la risa se reconoce a la leyenda que lleva 45 años cantando, la mujer poderosa habitual de la prensa del corazón que torea con salero y tablas la indiscreción. Explica que no sabía que era gitana. Que su padre se lo dijo en el lecho de muerte. Que la casa de su infancia, una única habitación en la calle Betis del barrio sevillano de Triana, era una jungla: su madre denunció a su padre por ladrón en la aceitera donde trabajaba. Quería que lo despidieran para que dejara de ver a su amante. Por su parte, su padre había repudiado a su propio progenitor por haberse jugado a su abuela a las cartas…