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Cuerpos que importan

Igual que sus libros, voluntariamente desadornados, se oponen a esa literatura de arcángeles que todavía es hegemónica, puede que las adaptaciones teatrales de las obras de Édouard Louis solo salgan victoriosas si se comprometen a eliminar lo superfluo. La desnudez del dispositivo escogido por Thomas Ostermeier, brillante adalid de la Schaubühne de Berlín, se ajusta a la perfección a la estética literaria, tan desvestida y tan feroz, del joven prodigio de las letras francesas: un escenario semivacío, un micrófono y un actor, el propio escritor, muy dispuesto a escupir verdades. Es el primero de los muchos aciertos de la puesta en escena de Quién mató a mi padre, tercer libro publicado por Louis, que Ostermeier representa estos días en París a la vez que Ivo van Hove, otro de los grandes nombres del teatro europeo, estrena su propia versión en Ámsterdam.

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