En No creas que voy a gritar, que acaba de estrenarse en España, el director Frank Beauvais narra su reclusión voluntaria y depresiva, que fue acompañada de un consumo compulsivo de imágenes. Compuesta exclusivamente por extractos de películas acompañados de una voz en off, se enmarca en el género del cine de remontaje, de apropiación o de recopilación, conocido también por términos ingleses como found footage o mash up, una multiplicidad de nombres indicativa de un género todavía por balizar. Pero, mientras que el dispositivo habitual de este cine se coloca bajo el signo de la búsqueda, de la investigación paciente de la imagen precisa, Beauvais, cineasta y programador, parece querer plasmar la situación opuesta, el régimen contemporáneo de la imagen, que ya no se busca, ni siquiera se ofrece, sino que nos arrolla, se diría que ajena a la intervención humana, inasible, inmanejable.