Hubo un tiempo, a principios de los años 10 de este siglo, en el que abundaba, entre lo que se traducía en España, aquello que se dio en llamar crossover, esto es, libros de espíritu adolescente dirigidos a adultos, o que sobre todo leían adultos. Libros que esquivaban el tachón de géneros –no eran considerados ni literatura fantástica, ni literatura romántica, ni siquiera rara novela negra– y escalaban listas de ventas con una facilidad pasmosa. El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, es quizá el referente más lejano –se editó en 2003– de un género cuya aparente ingenuidad no parece encajar en estos tiempos de nada amistosa realidad. ¿Es esa la razón de que haya dejado de ser una tendencia de mercado, o simplemente es que el crossover ha muerto?