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Más solas, mejor acompañadas

El artista inglés Grayson Perry (60 años) tiene un alter ego llamado Claire, personaje ridículo, una antibarbie de los suburbios que le sirve para criticar prácticamente todo, desde el abuso sexual, las guerras y el capitalismo, incluido el mundo del arte. Poseedor de un Premio Turner (2003) que recogió vestido de mujer, Perry es miembro de la Royal Academy of Arts y de la Orden del Imperio Británico, está casado con la aclamada psicoanalista —especializada en bipolaridad— Philippa Fairclough (su apellido de soltera), unos años mayor que él y con la que tiene una hija, Flo. Suelen asistir a las recepciones de Buckingham Palace donde los cotilleos toman el relevo de los asuntos de Estado y allí hacen declaraciones del tipo “cuando dejas ir las obsesiones, es mucho mejor que el fútbol”. Fairclough sostiene que estar casada con un trannie (travesti) “es fenomenal, me hace sentir una mujer fantástica”. Una situación típicamente inglesa que desborda lo kitsch y que podemos ver incluso más exagerada en contextos menos guasones como el último cine francés o el italiano. Almodóvar la habría imaginado más claustrofóbica, en un confesionario, un convento, la capilla de una plaza de toros. España es espectacularmente rancia, como lo son las estancias de la Corona británica, la costra protege nuestras fantasías más desquiciantes, y luego está el diván, y el arte, para hacer de ellas un cuento bien contado.

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