Durante la segunda mitad del siglo XIX, las diferencias de opinión con la prensa se dirimían en los campos del honor. Cuenta Rafael Cansinos Assens en sus memorias que los periodistas eran retados a duelo con tanta frecuencia que algunas redacciones habilitaron pequeños salones de esgrima para entrenar al personal. En Francia se llegó al punto de contratar a dos directores titulares: uno real, ocupado en dirigir el periódico; y un especialista en espada y pistola para lidiar con los lectores quisquillosos.