En menos de 15 minutos, entre Alberto Ferreres y yo habíamos dado buena cuenta de una fuente de kokotxas. Inevitable mojar pan en aquella deliciosa salsa ligada minutos antes, entre tragos de una sidra muy fresca con intenso gusto a manzana que acentuaba el sabor del pescado. Se trataba de mi segundo desayuno, un amaiketako vasco o almuerzo de media mañana. Algo excepcional por el sabor y textura del pescado.