Acaban de traerme ejemplares de la reedición de un libro que publiqué cuando terminaban los años ochenta. Recuerdo muy bien dónde lo escribí: bajo el techo de cristal de un edificio diseñado por el gran arquitecto James Stirling en la inglesa Universidad de Cambridge. Yo era allí una extranjera que se sentía placenteramente abrumada por el lugar y la cortesía de los colegas.