La revuelta contra la violencia policial se ha ido cocinando a fuego lento durante años en Nigeria. Finalmente, la presión ha hecho saltar por los aires la tapa, la resistencia se ha desbordado y las autoridades no han tenido más remedio que ceder, en parte, para evitar que les explotase en la cara. Con una velocidad insospechada las redes sociales han conducido la exigencia de la disolución de un comando especial de la policía, uno que debía combatir los robos pero estaba fuera de control. La contestación no se ha quedado en Twitter y cuando los responsables todavía intentaban apagar el incendio digital, las calles de las principales ciudades se han llenado de jóvenes reclamando una acción decidida contra la impunidad y la brutalidad policial. El mismo presidente, Muhammadu Buhari, se ha visto obligado a intervenir, pero el domingo las autoridades tuvieron que anunciar el desmantelamiento del Special Anti-Robbery Squad, el SARS. El movimiento de protesta, sin embargo, sigue reclamando medidas definitivas contra la corrupción en la policía.