Aunque parezca que él no tiene conciencia de ello, fue un creador de emociones intensas en una plaza de toros. Su presencia en el ruedo provocaba inquietud y desazón, primero, y confianza y fuertes sensaciones, después. No en vano, su cuerpo menudo en sí mismo aparecía diminuto ante los torazos de miura a los que se enfrentaba y con los que se ganó merecida fama.