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Termino con Karl Marx

1. Planetaria (cal)

Culminó, como cada noche de Santa Teresa, la incestuosa ceremonia político-mediática del premio “mejor dotado”, esta vez con menos pompa y circunstancia debido a la pejiguera pandémica. En efecto, de las primeras 40.000 pesetas (240 euros y algunos céntimos) a los actuales 601.000 euros (casi 100.000.000 de pesetas), mucha agua ha corrido bajo los puentes mercadotécnicos del premio ideado por el fundador. Desde que el discreto José Creuheras llegó a la cumbre grupal, el Planeta se fue limpiando de sus tradicionales adherencias chorizas: los tejemanejes, filtraciones y globos sonda respecto a los presuntos favorecidos desaparecieron o, al menos, dejaron de hacerse públicos, y el galardón —incluyendo los jurados— se dotó de cierto decoro, algo en lo que no había abundado desde que Juan José Mira, amigo personal de José Manuel Lara (y, por cierto, militante comunista durante la Guerra Civil), obtuvo (1952) el primer premio de su larga historia. Una de las claves del éxito histórico del premio ha residido, sin duda, en su bien medida dimensión mediática, obtenida en gran manera merced a la habilidad de los departamentos de mercadotecnia y prensa para halagar y obsequiar a los responsables de las páginas culturales de los medios que se dejen (y hay algunos que se dejan mucho). La segunda pata del éxito reside en la capacidad del premio para convocar en su noche de gala a autoridades —incluso, en ocasiones, a los royals— que le confieren mayor prestigio mediático al concederles el espaldarazo de su presencia, algo un poco repulsivo si se tiene en cuenta que se trata de un premio privado, cuyo prestigio “cultural” se basa, fundamentalmente, en un constructo mercadotécnico. Y, por último, están los premiados, claro, y sus libros: en cuanto a los primeros, la regla general (pero no absoluta) ha sido que el ganador/a sea alguien ya consagrado (o mediático) y autor/a de novelas vendedoras; y el/la finalista, un/a aspirante con mayor pedigree cultural. El año pasado, en pleno escenario de escaramuzas entre los grandes grupos españoles, se premió a Cercas y Vilas, dos autores literarios que provenían de Random House, lo que sirvió a Planeta, de paso, de aviso y delimitación de territorio. Este año, con la nada clara situación del mercado del libro, los jurados han preferido premiar a valores comercialmente seguros y que conecten con la general sensibilidad feminista pos-MeToo: la ganadora García Sáenz de Urturi, autora superventas (dentro de lo que ahora cabe) de la casa; y la finalista, Barneda, autora (¿ex?) de Random House y presentadora que ahora triunfa (“arrasa”) en La isla de las tentaciones, uno de los programas más populares y, a la vez, horteras de Telecinco, una cadena que compite con la planetaria Atresmedia. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen. Por lo demás, espero que, al menos, el premio, que siempre se ha vendido razonablemente (y a veces irrazonablemente) bien, ayude a los libreros a hacer caja.

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