La acción transcurre en algún rincón corporativo de Indiana o Delaware. Sarah Jane tiene 53 años y, tras un largo sacerdocio en la oficina, decide que ha llegado la hora de tomarse unas vacaciones. El sustituto que ocupará su cubículo en su ausencia será el primer espectador que entre por la puerta de la pequeña galería del East Village neoyorquino que, desde esta noche, acogerá las representaciones de Temping, una obra teatral para un solo espectador que deberá responder llamadas, mandar correos y realizar otras tareas durante 45 minutos de espectáculo. Con los teatros cerrados, las compañías de la ciudad apuestan, igual que las españolas, por la experimentación como bote salvavidas. Sucede con las obras presenciales y con las virtuales, que van dejando atrás la pantalla partida de Zoom como único escenario viable. The Great Work Begins, versión abreviada de Ángeles en América, que se estrenó online a comienzos de mes para recaudar fondos para la investigación sobre el sida, sorteó la dificultad que suponía reunir en un mismo escenario a las estrellas participantes, como Glenn Close o Laura Linney, uniéndolas en el mismo plano con efectos digitales baratos y fondos de pantalla algo kitsch, que situaban el resultado en algún punto entre el videoarte más sofisticado y la execrable adaptación fílmica de Cats.