Pocos perfiles funcionan tan bien como los jóvenes para anunciar los cambios de cada época. Son el perfecto termómetro social. Nadie como ellos suben la temperatura de un conflicto intergeneracional a punto de estallar a la vez que hacen de la exuberancia juvenil un principio abstracto e inconscientemente maravilloso. Dictan tendencias, cuestionan ideas, inventan libertades y encarnan esa idea de futuro propicia al colapso y a la tabula rasa. Ese tira y afloja. Ese mundo que se vive rápido en estado de suspensión permanente. El año cero de todo lo que está por llegar.