Sylvia Townsend Warner no fue a la escuela. No porque no quisiera, sino porque no había escuela que la quisiera a ella. Fue una niña salvajemente divertida para la Inglaterra de finales del XIX. A Sylvia Townsend Warner la expulsaron de la guardería por reírse de las monitoras. Las imitaba a todas, y de forma tan brillantemente absurda que algunas de ellas suplicaron a la directora que le quitasen a aquella cría de en medio. Esa cría era la futura escritora de cuentos de títulos tan deliciosos como Mi padre, mi madre, los Bentley, el caniche, Lord Kitchener y el ratón.