La receta parece infalible. Se mezcla en un mismo formato Sexo en Nueva York, El diablo viste de Prada y Betty la fea (versión producida por Salma Hayek). Se agita y se diluye en un camión cisterna de agua de coco para eliminar cualquier grumo, línea de guion con más de una subordinada o trama que no se pueda seguir al tiempo que se opera a corazón abierto. El resultado es Emily en París, una serie de Netflix aparentemente insustancial que narra las aventuras de una joven ejecutiva estadounidense en la capital francesa.