Han pasado siete meses desde mi último concierto y eso me duele muy adentro. Echo de menos actuar. Cuando era niño me dormía todas las noches escuchando a mis héroes interpretar, generalmente en grabaciones en vivo, y cuando llegaban los aplausos me imaginaba que yo estaba en el escenario terminando una sonata de Beethoven. Era todo lo que soñaba hacer desde los siete años. Y, de alguna manera, he logrado convertir ese sueño en realidad.