La idea de diario íntimo es casi tan antigua como la propia literatura y tiene epígonos como Michel Montaigne. Sus Ensayos son, en efecto, ensayos, pero esa cualidad de escritura íntima —encerrado en su torre— comienza a desplegarse así: diaria, reflexiva, lentamente. “El auténtico diario es un diario redactado exclusivamente para uso del que lo escribe”, apunta Hans Rudolf Picard en El diario como género entre lo íntimo y lo público. En este artículo afirmaba que hubo un proceso con dos etapas bien diferenciadas: en la primera mitad del sigo XIX se publicaron diarios de viajeros y personajes famosos (Byron, Constant, Vigny). Más tarde, cuando el público se acostumbró a leerlos nacieron los otros diarios, los que ya fueron pensados y escritos con la intención de ser publicados. Se considera el diario de Henri Fréderic Amiel —un filósofo y moralista sin reconocimiento público, descendiente de familia hugonote y nacido en Ginebra en 1821— el primero de estas características, publicado en el año 1890.