Vivimos en una sociedad en la que todo parece ser cuantificable, un entorno en el que el éxito o el fracaso llevan asociados una cifra. Contabilizamos dinero, visitas, premios o likes para determinar si hemos logrado o no lo que nos proponíamos. Una manera estandarizada y globalizada para determinar nuestros objetivos que, sin embargo, no sigue todo el mundo. Buscar una medida propia del éxito nos permite diferenciarnos, encontrar lo que de verdad nos hace felices y seguir un camino no marcado.