El despacho de Vladímir Putin en su residencia oficial de Novo Ogarióvo, a las afueras de Moscú, con su sillón de color crema y una amplia mesa de madera oscura, se ha convertido en una de las imágenes de la pandemia de coronavirus en Rusia. El presidente ruso, que ha recortado sus viajes y eventos al máximo y ha pasado confinado casi todo el tiempo desde primavera, ha atendido desde allí cientos de videoconferencias —emitidas convenientemente en la televisión pública— y recibido un puñado de visitas controladas. Ahora, una investigación periodística ha revelado que ha construido otro despacho idéntico al de Moscú pero en su residencia de Sochi, en la costa del mar Negro, para ocultar su ubicación y restar suspicacias en un tiempo de crisis.