A este lado de la frontera, habíamos olvidado la mirada hostil de los muros infranqueables. En poco tiempo, nuestra vida cotidiana se ha visto sitiada por confinamientos, cierres perimetrales, restricciones de movimientos, distancias de seguridad. Hemos atisbado —lejanamente— la desesperación de quien encuentra el paso cerrado por verjas y alambradas. Durante unos meses, hemos vivido exiliados en la orilla vulnerable de la humanidad.