Yo conozco esta forma de desamparo, créanme. He entrado a lo largo de mi vida en multitud de habitaciones muertas, con escaras en la piel de las paredes y heridas secas en el suelo. Habitaciones con recortes de periódicos viejos, con fragmentos de cartas que comenzaban con un “Queridos todos”. Se utilizaba mucho esta fórmula cuando el hijo se iba al seminario o la mili y escribía a la familia con aquellas caligrafías afectadas que intentaban enderezar el mundo. Su mundo, el mundo desde el que se deseaba que los padres y los hermanos se encontraran bien.