Le ha conseguido una cita que ella no debe perderse. Ella lo ve llegar al Café Gijón como a un rey mago civil, vestido como un intelectual del París de entreguerras. Ella ya se ha despojado de su propio disfraz, se toma un rooibos, y lo invita. Hay en los dos una complicidad como de antiguos enamorados, pero sus enamoramientos son los que se producen en dos que han caído rendidos a sus respectivos talentos. Se conocieron cuando eran jovencísimos, en Barcelona. Él veía La estrella de Sevilla, ella parecía un ciclón en el escenario, un aire fresco nuevo que no había visto nunca. Cuando él dice eso, ya su cara desprovista de la máscara blanca, ya es Lluís Pasqual hablando de teatro, y ella, Marisa Paredes, feliz de encontrarle y de escucharle, exclama como si oyera eso del ciclón por primera vez: