Un buen político resuelve problemas; uno malo los crea. Durante décadas la monarquía no fue un problema en España, como no lo es en Noruega, Dinamarca, Suecia, Finlandia y demás monarquías europeas, donde a una parte de la gente le gusta tener rey, mientras que la otra no está dispuesta a hacer un problema de ello, porque ha descubierto que la calidad de una democracia no depende de que sea república o monarquía (igual que ha descubierto, digámoslo todo, que disponer de un rey posee ciertas ventajas prácticas y simbólicas): la prueba es que esas democracias son las mejores de la actualidad, y que han construido, tras décadas de aplicación de políticas socialdemócratas, las sociedades más prósperas, igualitarias y libres del mundo. Pero en España, gracias a la irrupción estelar de Pablo Iglesias, cabe la posibilidad de que, a los problemas escasos y de poca enjundia que afronta el país, pronto tengamos la fortuna de añadir el de la monarquía; gracias a Iglesias y, claro está, a la ayuda inestimable de Juan Carlos I, que en su vejez se ha afiliado a Podemos. Pregunta: ¿cómo es posible que un tipo tan listo como Iglesias no entienda algo que entiende toda la izquierda escandinava (e incluso un pobre diablo como yo)?