Nada comparable con la plaga que padecemos, y no pretendo compararla. Sin embargo, ésta ha traído otras dos, muy menores, pero que se han enseñoreado de los discursos, los artículos de prensa, los programas de televisión y radio y las declaraciones de entrevistados, hasta producir una saturación malsana. Como siempre, hablo por mí, no debería aclararlo; pero esta es una época tan elemental que más vale aclararlo todo. (Me cuentan que algunas multinacionales del libro han emitido unos “principios editoriales” que básicamente consisten en desaconsejar que se dé a la imprenta ningún texto que pueda ofender a alguien. Lo más adecuado sería clausurar el negocio y que nada se publicara, porque en un mundo tan hipersensible como el actual siempre habrá colectivos o individuos que quieran ofenderse por bagatelas. Si lo que se escribe y publica va a estar supeditado a las infinitas subjetividades de piel finísima, ya digo, mejor que echemos el cierre todas.)