No era necesaria una pandemia para darse cuenta de que la emergencia educativa es una realidad. Incluso antes de la covid-19, unos 262 millones de niños y adolescentes de todo el mundo (uno de cada cinco) no podían ir a la escuela o recibir una educación completa, debido a factores como la pobreza, la discriminación, los conflictos armados, los desplazamientos, el cambio climático o la falta de infraestructuras y docentes, según datos de UNICEF. Más allá de los confines del afamado informe PISA, y en pleno siglo XXI, el 58 % de los menores (unos 617 millones a nivel global) no alcanza las competencias básicas en matemáticas y lectura, lo que en la práctica lastra su pleno desarrollo y su capacidad para contribuir significativamente en el corazón de su comunidad.