De niño, Jesús Cañas (Aldeavieja, Ávila, 59 años) no podía sospechar que un fenómeno tan vasto e impredecible como la lluvia podría cuantificarse. “Ah, que la lluvia se mide”, se asombró cuando Vitorino, el guarda rural de su pueblo, en el valle del Tiétar, instaló un pluviómetro. La devoción hacia esta tecnología que consideraba vanguardista se combinó con una infancia marcada por ser el menor de seis hermanos, hijo de un ama de casa y un jornalero, a quien ayudaba a vendimiar, a extraer resina, a trillar y arar y, ante todo, a ganarse el pan en simbiosis con su entorno. El tiempo vital y meteorológico ha transcurrido y ha convertido a ese inquieto rapaz que veía correr a los linces entre las viñas en un experto guarda forestal que domina la inmensa reserva de Saja-Besaya (Cantabria) como si se tratara del jardín de su casa. Su tiempo libre lo dedica a formarse para aprender a interpretar los ciclos naturales entre los que trabaja.