Quitando un puñado de países como Australia, Nueva Zelanda o China –donde se confinan ciudades o comarcas enteras ante la aparición de unos pocos casos de Covid-19 hasta la erradicación del brote, y cualquier entrada al país requiere una cuarentena vigilada–, la mayor parte del mundo ha dado por imposible la estrategia de “cero contagios”. También en Europa nos hemos resignado a convivir con el virus, y nos limitamos a intentar evitar un colapso hospitalario, a la vez que procuramos vacunar cuanto antes a la mayor parte posible de la población. La campaña de vacunación llevará muchos meses, pero podemos aspirar a tener inmunizados al menos a los mayores y demás grupos de riesgo ya en primavera, con lo que cabe esperar una bajada de la presión hospitalaria y de la mortalidad, incluso si el resto de la población sigue con una incidencia elevada, ya que entre ellos las tasas de letalidad y de hospitalización son mucho menores.