Antonio Lozano (Barcelona, 1974) sabe de lo que habla cuando analiza el estado del género negro. Responsable de la Serie Negra de RBA, periodista cultural de amplia experiencia y ahora autor de Lo leo muy negro (Destino), Lozano no tiene problema a la hora de señalar los puntos débiles de un sistema ahogado por la sobreproducción y que acoge demasiadas “pálidas fotocopias de fórmulas de éxito” de las que pide al lector que desconfíe. Admite que carece de “la perspicacia analítica de grandes teóricos del género como Auden, Chesterton o Piglia”, pero su libro es un compendio entretenido, erudito y con el grado justo de análisis, ideal para los amantes de la novela negra y el true crime. En los agradecimientos, que uno tiene la manía de leer antes que nada, Lozano reserva para su hijo el papel de Maigret en el caso hipotético de que un día se viera envuelto en un caso real. “Que no se meta en líos gordos y que si acaba persiguiendo a los malos (me permito incurrir de nuevo en categorías tan infantiles, ya que acaba de cumplir seis años) no derive en el cliché del detective atormentado, alcoholizado, mal alimentado y que no se toma nunca vacaciones”, explica por correo electrónico antes de meterse en materias menos agradables.