Ella se preguntaba a veces si aquello había sido lo más cerca que había estado de vender su alma al diablo. Sabía que era lo único inteligente que podía hacer en aquel momento, de todos modos. Simplemente, no veía otra opción. Y, después de todo, aquellas canciones hacía tiempo que habían dejado de ser suyas. Si es que acaso lo fueron alguna vez. ¿“Oops!… I did It Again”? A veces sentía verdadera vergüenza al toparse con aquel videoclip en los escaparates de las tiendas de televisores. Aunque, a decir verdad, ya hacía tiempo que no ocurría. Lo de sacarla en televisión. Ya ni siquiera existía la televisión. Al menos, no como la vivió ella. Ahora la música que sonaba en las pantallas ni siquiera necesitaba de divas del pop. Era compuesta por máquinas, como aquellas del 1984 de Orwell.