El 8 de marzo es el día oficial de la mujer. Yo no soy mucho de feminismo grupal, de pancartas, de colorines púrpura o de lemas bien sonantes. Demasiada contaminación política, demasiado histrionismo y demasiada mercadotecnia. Además, no creo que a las personas se las pueda reunir en colectivos por su característica sexual. Cada mujer es tan diversa, tan ricamente complicada y tan plural que homogenizarlas por cuestión de sexo es igual de alambicado e inútil como intentar entender el cosmos a través de un mapa mundi del siglo XIII. No creo en los grupos de mujeres protestando. Creo en mujeres individuales que dan ejemplo con sus proezas. Creo y me siento motivado. El ejemplo más cercano lo tengo en casa: desde el 8-M de 2020, la doctora Mar Sánchez Somolinos se ha levantado todos los días a las seis de la mañana para combatir la pandemia desde su puesto del Hospital Gregorio Marañón, sin faltar un día, sin perder la sonrisa. Yo no hubiese podido hacerlo.