Es la distancia, ver aparecer un pueblo a lo lejos o poder observar una ciudad desde el aire, lo que permite comprender de un plumazo el mejor urbanismo. También su generosidad, la manera de pensar en la gente. La cercanía, en cambio, describe la calidad y la humanidad de cualquier edificio. Esas dos distancias pueden aprenderse en Illueca, al oeste de Zaragoza. El pueblo está en una de las zonas menos pobladas de la provincia –Aranda-. Para tratar de paliar la despoblación, el Ayuntamiento trató de unir cultura, ocio, trabajo y diversión: el solar que ocupaba el antiguo cine iba a hacer crecer el pueblo. Magén Arquitectos partían de la morfología del propio pueblo —que no ha sido destrozada por el descuido, las prisas o la especulación—. También de una medianera junto al centro histórico e incluso de unos cimientos: los muros perimetrales del sótano de un edificio que nunca llegó a construirse. Había por lo tanto un trazado antiguo, una tradición a capas y unas ruinas modernas. ¿Cómo integrar —apretado y ambicioso— el volumen que precisa un auditorio? Magén arquitectos optaron por hacer que mandara el contexto.