Veinte años después de que países ricos y pobres batallasen en la Organización Mundial del Comercio (Doha, 2001) a cuenta de las patentes de antirretrovirales contra el VIH-Sida, a veces da la sensación de que nos hemos detenido en el tiempo. En plena pandemia, mientras el coronavirus arrasa la salud y las haciendas del planeta entero, la opacidad de los contratos de aprovisionamiento y los obstáculos legales para luchar contra la covid-19 han vuelto a poner en el disparadero un modelo de I+D+i biomédico defectuosamente sujeto al interés público.