Rocío Romero (Córdoba, 1998) es torero (así prefiere que la llamen) desde su nacimiento. Ese es, al menos, su convencimiento: “Creo que el toro me ha elegido a mí”, afirma con indisimulada timidez. Y ella, a sus 22 años, y con el título de enfermera a punto de colgarlo en la pared de su habitación, lo explica así: “Recuerdo que era muy pequeña y sentía algo en la barriga cuando veía toros; en el colegio infantil me decían que escribiera cinco palabras, y siempre se me ocurrían las mismas: toro, capote, muleta, banderillas, toreo… No sé, algo se había despertado en mí. Yo digo que el toro me llamó”.