Al recorrer Aragón es fácil imaginar que en tiempos pretéritos fue una estratégica frontera defensiva en permanente estado de alerta. Fruto de esa lejana historia de asedios y batallas, en territorio aragonés no solo proliferan los castillos; también lo hacen los pueblos amurallados, las ciudadelas militares, los torreones y las iglesias fortificadas. Vestigios que recuerdan al viajero el tumultuoso pasado de la región. Hoy estas atalayas representan uno de los principales reclamos para recorrer esta comunidad autónoma, porque desde su posición privilegiada nos brindan las mejores panorámicas y paisajes y, al recorrerlos, aprenderemos episodios de la historia de España que, quizá, desconocíamos.