El martes 29 de marzo de 2021 fue un día tenso en Brasil. Por la mañana, el canciller Ernesto Araújo, defensor de una política exterior basada en valores ultraconservadores, dejó su puesto tras semanas de presión de la opinión pública y del Senado. Horas después, el ministro de Defensa, general Azevedo e Silva, presentó una carta de renuncia en la que decía, enigmáticamente, que había “preservado el rol constitucional de las Fuerzas Armadas”. A continuación, empezaron a circular rumores de que los tres comandantes de las Fuerzas Armadas seguirían al ministro.