Si, excepto en verano, la isla de Tabarca era un lugar soñado para vivir a lo Robinson Crusoe, qué delirios podríamos experimentar ahora que el distanciamiento social ha puesto incluso un mar de por medio… Sus cuatro casas de pescadores y el fortín aislado de la Guardia Civil siguen invitando al místico ejercicio de la soledad. Y de la desesperanza por lo incierto de ver pronto abierta su única playa de levante. Quienes tienen la posibilidad de abordar una golondrina (servicio de ferri) desde Santa Pola, a 12 euros el billete de ida y vuelta, gozarán más que nunca de pasar la noche en la antigua casa del gobernador de la isla, convertida desde hace un par de décadas en un hotelito de 14 habitaciones por la asociación local de empresarios turísticos y ahora transmitido a los hermanos Castillo, propietarios del hotel Alicante Siglo XVII, junto a la concatedral de San Nicolás, en Alicante.