Ni el mejor guionista de sainetes hubiera podido imaginar la sucesión de acontecimientos grotescos y ridículos que se han producido en el inicio frustrado de la temporada taurina en Sevilla. Habría que ser muy retorcido y agorero para vaticinar que la situación podría llegar a los extremos alcanzados entre el estupor, la sorpresa, la confusión e indefensión de los aficionados.