La ambición humana no conoce límites. Ni por arriba, como aquellos generales romanos necesitados de que alguien les recordara al oído su mortalidad, ni tampoco por abajo. Esto explica que las autoridades de Taiwán tuvieran que emitir también una advertencia, en su caso para solicitar a la población que, por favor, dejasen de cambiarse el nombre por “Salmón”.