Un marchante francés de dudosa reputación guardaba en su colección una pieza circular excepcional, hecha de plumas y más de 200 pequeños bastones. Eugène Boban, que en el siglo XIX se promocionaba como el anticuario de Maximiliano de Habsburgo, decía que se trataba de un tocado mesoamericano que perteneció al emperador mexica Cuauhtémoc. La pieza se vendió, pasó de mano en mano y el nombre se perpetuó. El llamado penacho de Cuauhtémoc se encuentra hoy en el Museo del Quai Branly, en París, pero expertos franceses y mexicanos lo estudian para determinar su origen, su antigüedad y su función. Después de tres años, tienen algunas pistas: no es un tocado y es posible que no perteneciera al último tlatoani.