Hace un par de semanas, bajo un calor de espanto, la tumba del genial ajedrecista cubano José Raúl Capablanca amaneció llena de flores en el cementerio Colón de La Habana. Es la suya una sepultura singular, en la que en vez de un ángel o una cruz un majestuoso rey de mármol blanco custodia los restos del que fuera campeón del mundo de ajedrez (1921-1927), único monarca de habla hispana en la historia de la disciplina. Hace cien años, el 20 de abril de 1921, Capablanca venció al entonces campeón Emmanuel Lasker, un brillante jugador alemán que durante años retrasó el enfrentamiento con el retador cubano sabiendo lo que se le venía encima. Lasker, que lo había visto jugar y ganar torneos importantes, aceptó finalmente batirse con Capablanca en La Habana en un encuentro a 24 partidas, resultaría vencedor quien alcanzara 12,5 puntos u ocho victorias.