Al día siguiente de lograr el ascenso a LaLiga Santander con el Cádiz CF, en junio de 2020, Álvaro Cervera se presentó en casa de unos desconocidos. Hacía tiempo que le picaba la curiosidad por conocer a los inquilinos de una vivienda del Puerto de Santa María, al lado de la capital andaluza, en cuya fachada se leía “La lucha no se negocia”. El lema que acuñó como técnico para llevar al club de Segunda B a la élite. Muchas veces, de paso hacia cualquier sitio, se había parado a mirar esa pared blanca desde la distancia. Tan sorprendido estaba del calado de su filosofía entre la afición que le dijo a sus hijos que de lograr la promoción se plantarían delante de la puerta. Una promesa que cumplió, parapetado tras una mascarilla y sin perder de vista los protocolos de seguridad, mientras brotaban lágrimas de sus ojos cuando una familia le explicó que no solo grabaron sus palabras para hacer gala de un cadismo militante, sino también para superar las dificultades que habían tenido que afrontar en la vida.