La tecnología ha sofisticado las técnicas para copiar en los exámenes. Pese a lo reprobable de la acción, atrás quedan las notas metidas en los típicos bolígrafos transparentes, en el dobladillo de la falda o en la tapa de la calculadora. Artilugios casi indetectables como los famosos pinganillos, los relojes inteligentes o los teléfonos de última tecnología ahora le hacen el trabajo sucio a los más tramposos. Incluso hay quien va más allá.