El pulso de su tráfico pesquero late cada vez menos, pero siguen destilando sabor añejo. Son puertos ignotos, recoletos, en los que prima la tranquilidad, empapados en sal y algas, y con los que se topa el viajero por una cadena de azares. Conocidos ya los de Calella de Palafrugell, Getaria o Cudillero, por poner tres destinos hegemónicos, sumaremos este verano 12 secretos porteños siempre preparados para que alguien los retrate.