El anuncio de la retirada “por tiempo indefinido” de Enrique Ponce, uno de los toreros más importantes de los últimos 30 años, ha tenido menos eco del esperado; quizá, porque la tauromaquia no vive un momento de especial relevancia social y los matadores de toros ya no son los héroes de antaño, y también porque la muy larga carrera del valenciano —tomó la alternativa en marzo de 1990— ha hecho mella en la ilusión de los aficionados, muchos de los cuales han pasado de la admiración al cansancio.